Juan es vecino de la zona norte de una ciudad. Para ir a su trabajo, que está localizado en la zona central, va a una estación de bicis públicas cerca de su casa y toma una bicicleta. Tras pedalear por cerca de 10 minutos, llega a una estación de metro deja la bici en el lugar y toma el tren. Tras 25 minutos de viaje, se baja en una estación integrada al tranvía, 5 minutos más caminando y llega al trabajo.
Los fines de semana, Juan y su familia aprovechan los espacios públicos disponibles en el barrio. Tras dar un paseo de 10 minutos en una acera nivelada y sin agujeros, llegan a una plaza con árboles, que ofrece opciones de ocio para toda la familia. Juguetes para niños, actividades culturales y talleres de aprendizaje forman parte de las opciones de entretenimiento disponibles para los vecinos.
Vivir en la ciudad en la que vive Juan es el sueño de muchas personas. El trayecto que recorre para trabajar y tener acceso a las zonas de ocio del barrio puede considerarse un modelo de movilidad sustentable. Esto sucede porque, además de proporcionar un sistema de transporte público integrado, este modelo busca encontrar soluciones que mejoren la calidad de los ambiente públicos y de vida de la población.
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Por cierto, la movilidad sustentable contribuye de forma significativa para mejorar la salud de la población. Un sistema de transporte eficiente e integrado proporciona viajes más cortos y cómodos, disminuyendo el tiempo que se gasta en el tráfico y el estrés. Por su parte, la inversión en ciclovías y aceras que den prioridad a que se camine, incentiva la práctica de ejercicios físicos y ayuda a combatir el sedentarismo.
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Hay que recordar que cuantos menos automóviles en las calles, mejor será la calidad del aire en la región. La consecuencia de esto es la reducción del número de casos problemas respiratorios de la población.
Algunas ciudades ya han entendido que moverse de forma sustentable es el camino correcto a seguir. ¡Deseamos que sea un camino sin regreso! 😉
